Poner el mayo. ¿Y eso para qué sirve?, se pregunta el moderno. Para nada práctico, desde luego. Para sentir el hombro del vecino, para respirar -y empujar- juntos. Clavar un palo en las entrañas de la tierra.
Vaya estropicio. Pero no, poner el mayo es mucho mas, es cumplir un rito que seguramente suma miles de años, que posiblemente nació en el Neolítico y que no deja de ser más que un agradecimiento a la tierra, a todo lo que ella nos da y nos ha dado, que hace que sigamos vivos.
Para Rivilla, ademas tiene la función de unir, de hacer grupo, de sacar a los vecinos de sus casas, para vernos junto a la plaza.